sábado, 29 de octubre de 2011

Homenaje a las Mujeres Trabajadoras.

Derechos de la Mujer..

Mujer, Trabajo y Empleo

1. SITUACIÓN DE LAS MUJERES EN EL MERCADO DE TRABAJO.
En la Argentina, en las últimas décadas se han producido profundas transformaciones estructurales derivadas de un proceso de internacionalización de las relaciones sociales y económicas.
Se observa un fuerte proceso de expansión de la fuerza de trabajo femenina, la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo ha aumentado considerablemente en las últimas décadas; y su presencia tiende a ser cada vez más permanente, ya sea decisión personal o como resultado de presiones económicas. La tasa de actividad de las mujeres, presenta en el año 2001 valores que confirman este incremento. En 1990 ( como promedio de las dos ondas anuales de la EPH ) se registró una tasa de 27.4 , y para el mes de mayo del 2001, la misma llegó a 33,2.
Pero ¿cómo se da la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo?
Por un lado es necesario señalar: Que existe mayor empleo, la tasa de empleo de las mujeres ha aumentado, como así su participación en el total de ocupados. La tasa de empleo para las mujeres pasó de 25,3 puntos en 1990 a 27.6 en 2001.
Que las mujeres están asumiendo roles claves tanto en el proceso de desarrollo económico como en la manutención de sus propios hogares. Que las mujeres presentan un mayor nivel de instrucción y de escolaridad que el alcanzado por los varones.
Que la tasa de asistencia escolar de las mujeres es mayor que la de los varones. Por tramo de edad y por sexo, en los principales aglomerados urbanos es para los/as jóvenes de 15 a 17 años de 78,6 para los varones y de 84,6 para las mujeres, en tanto que para el tramo de 18 a 24 años es de 41,5 y 48,6 respectivamente. (Onda Mayo 1999 -Fuente SIEMPRO).
No obstante, a pesar de que el aumento de la participación femenina en el mercado laboral, ha ido acompañado de un incremento en su nivel de escolaridad, la inserción en el mercado de trabajo no se produce en un marco de igualdad de condiciones con los varones, ya que las mujeres se insertan con ciertas desventajas que dificultan su acceso y permanencia. Debido a pautas culturales que asignan roles femeninos y masculinos en la sociedad, las mujeres que trabajan o desean trabajar viven una situación de doble responsabilidad -hogar/trabajo- que les provoca una serie de conflictos, para su desarrollo personal y profesional.
Esto implica realizar esfuerzos de compatibilización de las tareas domésticas con las laborales que inciden negativamente en su disponibilidad para el trabajo o para la formación profesional. Por otro lado, desde la demanda, los empleadores despliegan una serie de prejuicios con relación al trabajo femenino, que obstaculizan el acceso de las mujeres a los empleos. Esta actitud se sustenta en el supuesto impacto que sobre los costos laborales tiene la función biológica de la maternidad y el hacerse cargo de las responsabilidades familiares.

Esta situación de desventaja de la mujer frente al varón se constata analizando algunas características del mercado de trabajo femenino:
Un mercado laboral muy segmentado horizontalmente, concentración de las mujeres en un conjunto reducido de ocupaciones que se definen como típicamente femeninas en términos culturales. Las mujeres trabajan, fundamentalmente como maestras y profesoras, enfermeras, secretarias, dactilógrafas, empleadas de oficina y vendedoras de comercio, peluqueras y afines.
Las mujeres se encuentran sobre-representadas en actividades vinculadas al sector servicio de baja calificación laboral, donde el servicio doméstico ocupa un lugar preponderante, ya que sobre el total de la ocupación femenina el sector representa el 18%.
Al mismo tiempo se observa un mercado laboral muy segmentado verticalmente. Concentración de las mujeres en los puestos de menor jerarquía de cada ocupación, lo cual implica puestos de trabajo peor remunerados y más inestables. Esta situación se manifiesta sobre todo en el sector privado.
Brecha salarial entre varones y mujeres. El ingreso percibido por las mujeres durante su vida activa, es inferior al de los hombres, en promedio, alrededor de un 30 % menos. Esto se explica porque las mujeres están concentradas en los grupos de ingresos bajos y medios mientras que los varones se concentran principalmente en los grupos de ingresos medios y altos.
Las mujeres han presentado mayores índices de desocupación que los varones durante la década. Los datos de mayo del 2001 registran una diferencia menos notorias que en años anteriores ( en 1995 llegó a casi 5 puntos esa diferencia.)

Inequidades de género en el mercado de trabajo de la Argentina: las brechas salariales

Uno de los rasgos característicos de los mercados de trabajo de América Latina en general y 
de Argentina en particular es la desigualdad, 
donde las inequidades que se producen entre 
varones y mujeres constituyen una de las dimensiones más importantes que deben ser 
conocidas y consideradas cuando se pretende 
lograr una sociedad más igualitaria, cohesionada e incluyente. 
Desde la década del 60 se desarrolla en Argentina un proceso de incorporación de las mujeres 
al mercado de trabajo, vinculado a diferentes 
factores entre los cuales se destacan el acceso 
a mayores niveles educativos y las transformaciones culturales que influyeron en el cambio de 
las pautas de fecundidad. Este proceso avanzó 
de manera gradual hasta los 80, acelerándose 
durante los 90 asociado al aumento del desempleo y al deterioro de los salarios reales de los 
jefes varones.

Los salarios de las 
mujeres crecieron menos y se detuvo el proceso de feminización del empleo que se observara 
durante los 90, como resultado de un mayor 
crecimiento en las ramas de actividad tradicionalmente masculinas.

Por lo tanto, hacia el año 2007 se observó 
un mercado de trabajo con elevada inequidad 
de género. El ingreso laboral de las mujeres es 
menor que el de los varones, producto de una 
inserción laboral más precaria: menor participación en el mercado de trabajo (38% y 55%), 
mayores tasas de desempleo (12% y 8%), menor 
acceso al empleo asalariado registrado (54% 
y 64%) y menor ingreso por hora trabajada. 
Las trabajadoras acceden en menor proporción a cargos de conducción, aun presentando 
mayores niveles educativos, incluso en actividades muy feminizadas. Asimismo, el grado 
de desigualdad laboral entre sexos varía según los sectores económicos, las ocupaciones, 
las regiones del país y el nivel educativo de 
los trabajadores.



Las brechas salariales de género 
y sus causas:
 principales enfoques
Son numerosas las investigaciones desarrolladas acerca de la problemática de género en el 
mercado de trabajo. Las principales corrientes 
teóricas de la economía y de la sociología han 
realizado importantes aportes identificando 
las posibles causas de los elevados niveles de 
inequidad observados en los mercados de trabajo, en términos de la menor participación, las 
peores condiciones y los menores ingresos laborales que presentan las mujeres. Asimismo, el 
amplio conjunto de estudios empíricos desarrollados en América Latina respalda en mayor o 
menor medida las derivaciones que surgen de 
los marcos teóricos. 
La teoría neoclásica -que supone mercados 
de trabajo que funcionan de manera eficiente, empresarios que maximizan beneficios y 
trabajadores que optimizan sus ingresos laborales- establece que la determinación de los 
salarios es función de la productividad marginal del trabajo. Desde esta perspectiva, las 
diferencias en la oferta de trabajo de varones 
y mujeres (habilidades y  preferencias individuales) sería la única justificación tanto de las 
brechas salariales de género como de los distintos patrones de inserción laboral que presentan 
varones y mujeres.
Por un lado, la teoría del capital humano 
postula la existencia de una relación directa entre los ingresos del trabajo y las competencias 
laborales adquiridas a través de la educación 
formal, la capacitación, la experiencia, etc. Las 
decisiones de invertir en capital humano son 
racionales y surgen de la comparación de los 
costos que insume la formación con  los salarios 
que se percibirán a lo largo de la vida laboral. 
En el caso de las mujeres, la mayor carga de 
responsabilidades de crianza y cuidado familiar 
limitaría sus posibilidades de acumular capital 
humano, acotando la productividad de su trabajo remunerado, y por lo tanto, sus salarios. 
Por otro lado, la mayor carga de trabajo doméstico, también incrementaría los costos laborales 
de las mujeres, en términos de mayores niveles 
de ausentismo e impuntualidad, rotación entre 
empleos y mayores costos de infraestructura (por ejemplo, derivados de la necesidad de 
disponer de guarderías infantiles). En este sentido, los menores salarios pagados a las mujeres 
serían una manera de compensar sus mayores 
costos laborales.
No obstante, la evidencia empírica para 
América Latina no parece respaldar, de manera 
agregada, los supuestos de menor productividad ni los mayores costos laborales para las 
mujeres que establecen los enfoques neoclásicos.

Trabajo y género: un viejo tema, ¿nuevas miradas?



Pese a los avances en las nuevas 
constituciones y en algunas reformas 
legales, los enfoques de género 
continúan estando ausentes 
en la legislación laboral. Las mujeres 
siguen en desventaja en todos los
indicadores laborales y se enfrentan 
a discriminaciones abiertas o 
encubiertas, como los llamados «techos 
de cristal» en su ascenso a empleos
jerárquicos. Un caso paradigmático 
es el del trabajo doméstico en viviendas 
particulares, en el que a los déficits 
legales se suma la dificultad para hacer 
cumplir las normativas aprobadas. 
¿Hasta dónde se ha avanzado? 
¿Cuáles son las asignaturas pendientes? 
El caso uruguayo aporta nuevas 
luces sobre esta faceta del trabajo 
femenino que concentra una 
pluralidad de discriminaciones.
Los mercados laborales de América Latina presentan algunos rasgos de carácter estructural tales como la alta proporción de trabajadores afectados por 
la informalidad, la precariedad y el subempleo. Estos rasgos guardan una estrecha relación con el fenómeno de la pobreza y la característica desigualdad 
de la región en múltiples dimensiones. La participación en el empleo de hombres y mujeres se diferencia en variados aspectos. 

Todo ello se relaciona con el trabajo para el mercado así como con otros trabajos  que, si bien 
quedan al margen de las fronteras de lo económico en su acepción convencional, contribuyen al bienestar de las personas y a la reproducción social, como 
el trabajo realizado en los hogares. Tradicionalmente este último se atribuye 
como responsabilidad a las mujeres; eso lleva a preguntarse en qué medida 
la sociedad como un todo se hace cargo y asegura las condiciones de la reproducción social, al tiempo que se respeta el derecho de las personas a elegir 
sobre el uso de su tiempo.
El objetivo de este artículo es considerar qué hay de nuevo en la política laboral de la región, qué ha cambiado con los llamados «gobiernos de izquierda» 
y de qué forma se consideran las desigualdades entre mujeres y hombres con 
relación al trabajo. En ese sentido, se procura responder si ha habido modificaciones importantes desde una perspectiva de género con relación al trabajo 
y al empleo, y en consecuencia, si se han tomado medidas para conciliar ambos tipos de trabajo, tanto para los hombres como para las mujeres, de modo 
de propiciar un mayor equilibrio entre las responsabilidades familiares y el 
trabajo de mercado.